Estuve cinco años soltera. Coincidentemente, los años en los que profesionalmente me fue mejor y pude despegar. Coincidentemente, los años en los que la gente NO suele estar soltera. ¿Fueron duros? Por momentos. ¿Fueron necesarios? Totalmente. Creo que la soledad es la única que te hace realmente valorarte. Entender qué quieres, quién eres, qué te hace feliz y qué NO quieres para tu vida. El famoso “amor propio” que -yo sé, está más usado que los stickers de la chinita en WhatsApp- realmente crece. Se consolida. Lo entiendes. Quererte no es fácil, no para todas. Aceptarte, menos… pero qué necesario es. 

Ahora, eso no quiere decir que una pareja no haga que te quieras o te valores, en lo absoluto. ¿Pero cuántas parejas tóxicas existen? ¿Cuántas parejas llenas de celos enfermizos? ¿Cuántas parejas en donde uno depende totalmente del otro? ¿Cuántas parejas que sonríen para la foto de perfil y no tienen sexo? ¿Cuántas parejas que duermen juntas, pero están más separadas que nunca? ¿Cuánto miedo por estar solo? ¿Cuánto apego, en vez de conexión? ¿Cuántos perros del hortelano sueltos? ¿Cuántas ganas de estar con alguien a como de lugar? ¿Cuántas parejas que lo intentan solo por los hijos? ¿Cuánta gente besando a una persona y pensando en otra? ¿Cuántas? Alguien dígame.

No, señores.
El amor no debe de doler. 
Para eso,
prefiero estar sola.